no se asusta del mañana,
ni siquiera de lo que sucederá
cuando la madera ya no arda.
Toma fuerza entre las brasas,
se sacude con templanza,
ofreciendo su calor intenso
a quien le clave la mirada.
Si madera a su paso encuentra
escala,
se llena de vida
y aumentando su fuerza
se hace exclava,
arrasando con todo
lo que la entusiasma.
Antes silbaba,
ahora,
cada vez más delgada,
calla.
Se desvanece por momentos
y casi ausente
hay un reencuentro,
una fusión
que aviva el fuego,
y su silencio,
debilitado en argumento
desaparece,
huye por los caminos inconexos.
Hace un segundo
ya no era nada,
ahora de nuevo
silba y abrasa.
CLMS
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