tan oscura y sombría,
comenzó en una cueva
que todo el mundo temía.
En el silencio de la oscuridad
susurraron los caballos,
murmuraron las estrellas
pues brillaba tanto o más que ellas.
Tantas historias me habían contado
pero lo que yo recordaba
era porque dentro había estado.
Rugosas estaban las piedras
que con el tiempo suavizaron,
de tanto que aquellas hembras
a ellas se aferraron.
Si era de día o de noche
a nadie le importaba
pues ni un rayo de luz
allí dejaban que entrara.
De niña escuchaba bisbiseo
que provenía de su interior,
¡no te pares ahí! me decían
y más atención prestaba yo.
Pero en aquella noche estrellada
en la que las nubes se paralizaban,
en la que los perros desaparecieron,
llegó, sin hacer ruido y muy despacio,
un carro hasta lo más hondo del agujero.
Lingotes de oro llevaba escondidos,
más no hubo nadie que asomara a la calle,
en cuanto vieron aquel carruaje
cerraron ventanas y puertas con coraje.
¡Escondedlos! decía el cochero,
no puede haber alma que los encuentre
hasta que construyan el gran puente
que aúna las orillas del agua de la
fuente.
Así, que en silencio pero con prisa
guardaron el oro en lugares de risa;
por toda la ciudad quedó disimulado
el tesoro que jamás sería encontrado.
Lo tendrán delante en calles de amparo,
lucirá en secreto en calles de anhelo,
lo tendrán a la mano y no podrán cogerlo.
Y así fue sucediendo.
Los años fueron pasando
y los lingotes siguieron brillando,
daba igual quien los buscara
no había persona que los visualizara.
Se hicieron mapas de toda fachada,
dibujos de cada piedra de la calzada,
quedando dibujado hasta el ambiente
por si se les escapaba al filo del
impaciente.
Buscaron por días,
indagaron por años,
investigaron por siglos;
mataron por encontrarlos.
Pero a aquellos que buscaban
una maldad les dominaba
y pasaban la vida
sin levantar la mirada.
Creían que si continuaban
el mayor tesoro nunca encontrado
sería solo para ellos,
pues a este se unía la promesa
de que quien lo encontrara
gozaría de vida eterna.
¡En una noche fue escondido,
es imposible que se haya perdido!
Debe ser tan fácil de encontrar
que a nadie se le ocurre
dónde volver a mirar.
Pero lo que todos sabían
es que era difícil de localizar,
aunque en sus narices lo tenían
nadie conocía dónde podía de estar.
Bajo ornamentas hoy desgastadas
que están a la vista para poder mirarlas,
hay un brillo debajo escondido
esperando que vuelva a buscarlo "El
Señorito".
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- ¡Podrán pasar miles de años,
algún día volveré,
recuperaré lo que es mío
y en mi castillo viviré!
¡Por muchos años invisible seré,
y desde un lugar sombrío
cada cambio en el territorio observaré!
¡Habéis podido conmigo
pero no con nuestro amor,
os quedaréis tan solo
como hasta ahora estaba yo!
¡Cada una de vuestras noches
recordar que su cariño era mío,
nuestras caricias eran ardientes,
fui el único que hizo arder su vientre!
Amor anhelado,
desesperado,
sigue la trama
que te he enviado.
En cuanto me haya instalado de nuevo
iré al más allá en busca tuya,
entonces podrás amarme entero
sin que nos lo prohíba ninguna atadura.
Y volveré a la cueva del miedo
en la que dejo enterrados mis huesos,
cuidados por fieles seguidores
que no permitirán que nadie los robe.
Y regresaré para recorrer tus calles
en las que, a escondidas,
amé el mayor de los artes.
Y subiré hasta la rúa
en la que una falsa montaña
se refleja muy cerca de la ventana
donde parte del tesoro me aguarda.
En el lugar de las puertas cerradas
en el que la luz ya no refleja,
aquel que fue construido
para esconder el oro fluido.
La luz de sus puertas, encontrada,
señala el escondrijo que lo guarda;
pero nadie llegará hasta él
porque la luz que hoy emana
de cada una de sus puertas y ventanas
con el tiempo será cegada.
Pero el paso de los años respetará
la piedra negra que en el suelo está,
esa que será desgastada
por las suelas de todo el que pasa.
Una vez, este haya sido recuperado,
caminaré entre la muchedumbre,
ataviado a su estilo para no destacar,
dirigiéndome, tranquilo,
hacia un segundo lugar,
cuya fachada estará en la tierra,
pero sobresaldrá la hermosura del mar.
En cada una de sus ornamentas
habrá un sentido de linealidad,
pero encontraré una y solo una
extraviada entre las demás.
Al atardecer sus largas sombras
giran como las varetas de un reloj,
sin embargo la de aquella,
queda escondida como yo.
Bajo ella, encerradas en el muro,
dejo cada una de las joyas
que te quise regalar,
aquellas que lucías conmigo
pero no podías llevar con nadie más.
Quedará una tercera guarida
retirada de las restantes,
en la que un determinado día
un obelisco levanten,
para un atrevido navegante
que pidió riquezas para investigar
qué había después del amplio mar,
y a tierra extraña llegó sin dudar.
Allí, donde será reconocido
el paso por estas, mis tierras,
allí estará escondido
el tesoro más grande que hayas imaginado;
pues esta vez no habrá nadie que pueda
pisarme
como lo hizo tu esposo en el pasado.
Un obelisco en el olvido
como en una isla escondido,
rodeado por campos fructíferos
arados haciendo caminos.
Caminos que parecerán olas
como las que dirigieron su embarcación;
en el lado norte del montículo
allí excavaré yo.
La tercera parte de nuestras riquezas
se encuentra en la profundidad,
no será fácil dar con ella
pero en la época que me aguarda
habrá una máquina especial,
que podrá sustraer la tierra,
que las piedras romperá,
hasta llegar al hilo del agua
del que la luz resurgirá.
Una pieza hasta ahora nunca vista
allí me está esperando,
se trata de mi corazón
tallado en diamante azulado.
Cualquiera que lo viera
rodeado de agua y nada más,
podría confundirlo con ella
creyendo poder beberlo sin atragantar.
Una vez que todo haya sido encontrado
volveré mis pasos hacia el mal
pues un trato es un trato
y tu alma, ahora, mía será.
Sin detenerme llegaré hasta tu casa
en la que te dediqué casi toda mi vida,
pues aunque siempre fuera a escondidas
tu corazón era mío,
no obstante, tu alma estuviera vendida.
Tal vez fue Don Diego el que nos
descubrió,
o quizás el criado que suspiraba por tu
amor;
pero toda la riqueza que yo tenía
no sirvió para nada aquel funesto día.
Día que hice un trato en la Cueva del
mal,
a la que las muchachas no se deben
acercar,
gracias al que yo volvería
y a mi amada recuperaría.
Bella obsesión correspondida
por una hermosa flor enfurecida,
cuya forma de ser no encajaba con el
tiempo
y maldijo a todos en aquel momento.
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- ¡Aquí me tenéis siempre encerrada
para que nadie vea mis preciosas alas,
aquí me dejáis cada día
creyendo que los demás mueren de
envidia,
aquí donde a nadie puedo ver
hasta que los gusanos me tengan que
comer!
Aquí, entristecida,
si no me dejas ir,
acabaré con mi vida.
En qué momento entonces me crucé
en la calle de la cueva con aquel
cuyos rasgos hoy no recuerdo,
no podría encontrarlo,
aún si quisiera de nuevo.
Todo de mí y de ti él sabía.
No es momento de vivir con tanta osadía,
me dijo sin lugar a dudas,
tú podrás volver
siempre que hagas todo
lo que yo te ordene;
pues no me servirás por lo que dura una
vida
estarás a mis pies hasta que yo lo pida.
Pasarán miles de años,
te arrepentirás un millón de veces
por haberte detenido
ante el aliento de las serpientes.
Verás convertirse los ríos en asfalto,
las grandes montañas parecerán llanos,
la luz del día lucirá en la noche
y ya no habrá carros sino coches.
Observarás al humano
matar por nada,
luchar por todo
y buscar tu oro.
Pero te convertiré en la persona de las
mil caras,
pasarás por la historia y nadie
entenderá nada,
pasarás a veces desapercibido,
otras, sin embargo,
tendrás que seguir perteneciendo al
señorío.
Te encargarás de guardar tus riquezas
y distraerás al que esté a punto de
cogerlas;
nada dejarás en tu castillo
que al pasar los años será destruido.
Sin embargo una casa protegerás,
aquella en la que más de una muerte
encontrarás;
se convertirá en la vivienda oscurecida
aguardando a que tú la llenes de vida.
A tus espaldas cargarás el llanto
que te perseguirá con gran espanto;
mil damas morirán
en tus brazos
en la que llamarán la cueva del malvado.
No esperes que te dé instrucciones,
pues,
sabrás muy bien a quién deberás llevar,
pues nada más ver sus acciones
tú lo comprenderás.
Da igual si son damas de alta alcurnia
en todas te deberás fijar,
da valor a su mirada
y
a la que te quiera amar me traerás.
Pero sus restos
no serán escondidos en la cueva,
en esta solo tus huesos
esperarán a que vuelvas.
Tendrás que dirigirte a aquel lugar
en el que ocho torrecillas vigilan
desde lo alto sin cesar
los diferentes caminos que podrás tomar.
Ocho caras escondidas
cuyos ojos te observan,
pues aunque nadie lo sabe
son tumbas perfectas.
Sé que tu mirada baja llevarás,
para que a ninguna tengas que matar,
pero aún en la vida que seas totalmente
ciego
recibirás un amor como caído del cielo,
también en aquella en la que te falten
las piernas,
y en esa otra en la que tu figura esté
enferma.
para que a nadie puedas tener al lado,
pero alguien te traerá comida
y creerá ser tu salvación,
hablará contigo
y a esa elegiré yo.
Llegará un momento
en el que decidas
que pase lo que pase
vas a vivir la vida,
estarás totalmente equivocado
pues entonces serán ellas
las que te comerán de un bocado.
Hagas lo que hagas
debes tener algo en cuenta,
aquí soy yo el que manda
hasta que tu flor te sea devuelta.
—Quizás te hubiera recuperado
hace ya muchas vidas
pero nunca pude ver mis manos
en esa argucia metidas.
El malvado de la cueva
elegía una vida
a la que yo honraba y respetaba
por el resto de sus días.
Pues el tiempo no importaba
si al final tú volvías,
ni una fue asesinada
más la vida se les iba.
Aquel que me encontré un día
cayó en un grave error
pronosticó que en mis manos morirían,
mas no que yo les daría mi amor.
Con el paso de los años
otra fortuna atesoré,
en el sótano de aquella casa
todo lo deposité.
Los tiempos cambiaron tanto,
la sociedad actual no comprendería
que alguien llegue y por su encanto
destruya todo con alegría.
Son fachadas con historia,
iglesias bendecidas
y un obelisco, solitario,
que para devolverme lo que es mío
entero
lo demolería.
Pero en la casa del sótano oscuro
en la que más de uno murió
luchando siempre por un amor,
en ella aguardo con temple
hasta que el inicuo me haga el favor.
Llegado el día que me suelte
puertas y ventanas se abrirán
y cada fortuna del sótano
podremos disfrutar.
Desde la torre de las ocho caras
veremos nuestra ciudad
sin arrepentimiento en la mirada
ni sangre por perdonar.
Pasearemos por la orilla del río
como soñamos aquel día,
cogidos de la mano
sin causar habladuría.
Te mostraré el famoso obelisco
que guarda mi corazón
y navegaremos por los mares
como en su día hizo Colón.
Pasearemos por el casco antiguo,
Patrimonio de la Humanidad,
y por todo lo que se ha construido
desde que tú no estás.
Te va a encantar la Plaza Mayor,
construida gracias a Don Rodrigo,
que ideó que era mucho mejor
encontrar un lugar que diera abrigo.
Si lo que buscamos
es respirar tranquilos
nos sentaremos en el muro
del Campo de San Francisco.
O si lo que quieres
es ver todos los cambios acontecidos
te mostraré cada uno de los museos,
en los que hay algunos objetos míos.
Te hablaré de las mil mujeres,
amadas cada una de ellas,
las defendí con uñas y dientes,
aunque la cueva se las comiera.
Cuando pasemos junto a las Conchas
sonreiremos al pensar
que bajo una de ellas
todas tus joyas están.
Ahora mismo depositadas
por lo que en un futuro pueda pasar,
he visto tantas guerras
que cuando te cuente no me creerás.
Si de algo estoy seguro
es de que los ojos te van a brillar
cuando veas que las mujeres
pueden ir solas de aquí para allá.
Durante años ellas lucharon
para hacerse respetar
algo que tú ya intentabas
en un mundo de crueldad.
Quizás te sorprendan los ropajes
pues han ido cambiando con los viajes,
estoy deseoso de ver tu cara
cuando veas hasta dónde ha subido la
falda.
Tal y como me anticiparon
ahora hay coches en vez de carros,
aunque siguen teniendo cuatro ruedas
ahora es un motor el que los lleva.
En cuanto vuelvas te llevaré al mar
para que en su agua te puedas bañar,
antaño nos quedaba tan lejos
que jamás pensábamos en hacerlo.
Verás que aún bailan en las plazas
llegadas las Fiestas de las Águedas,
y otros tipos diferentes de baile
en el Festival Internacional de las
Artes.
Pero la noche que más brilla
hay fachadas de colores,
únicamente con luces
consiguen
un espectáculo sin igual.
Los Lunes de Aguas
nos iremos a comer al campo,
ya te contaré de aquel sacerdote
que separaba las ovejas negras del
rebaño.
Sí, a comer al campo
con nuestra cesta y nuestro paño,
y algo que ahora llaman nevera
todo está fresco hasta ponerlo en la
mesa.
Te encantará ver a los grupos
de personas jóvenes y mayores
comiendo y riendo
en los campos llenos de flores.
Te enseñaré a hacer chanfaina
pues aprendí de mujeres arduas
cuya receta atesoraban con esmero
como las joyas el tesorero.
Y de postre perrunilla
que se deshace en el paladar,
dejando un sabor dulce
del que no te podrás olvidar.
Estoy seguro de tu sorpresa
cuando veas que el sol se recoge,
y bajo la luz de la luna
otras actividades la ciudad acoge.
Cuando vuelvas, amada mía
alaba cada uno de nuestros días, pues,
todo y cuanto hice fue por ti
así que atiende lo que te voy a decir.
Lugares diversos pude visitar,
inigualable ir ahora contigo será,
tantos años esperando tu regreso
y aún no sé en qué momento llegarás.
—¡Señorito, presta atención!
cada uno de tus versos he leído
y aunque por siglos has sufrido
llegó la hora de tu perdón.
Hiciste una promesa en la cueva
y, aunque a tu manera, la has cumplido,
mil veces viniste mal herido
pensando que no aguantaría tu corazón.
Sé, que pensabas en ella noche y día
y sin embargo tu persona
siempre respetaría
a la mujer que por ti daría la vida.
Mil mujeres en tus brazos murieron
mas decidiste esperar
que hacer de tu vida un infierno,
mil veces tu amor se vio correspondido
aunque seguiste esperando a la mil uno.
Todo el tiempo que hiciera falta
sé que hubieras seguido,
hasta que desde la cueva
yo hubiera roto la cadena
que te tiene a mí unido.
Pues bien, la cadena queda rota
has cumplido con tu cometido
has esperado por el amor de una moza
cuya libertad habían herido.
En ningún momento pensaste en robar
aquellos tesoros que fueron tuyos,
por el contrario aprendiste a colaborar
con sentimientos humanos que creía
perdidos.
Deberás fijarte en la luz del sol
reflejada en el río de agua mayor,
busca el lugar en el que el árbol
da la sombra que quita calor.
De sus raíces nace una hierba
muy especial por su color
tendrás que estar allí un día de fiesta,
el viento la arqueará hacia un sector.
Dirígete en esa dirección
y observa todo a tu alrededor,
no dejes escapar ninguna opción
pues encontrarla será tu última labor.
En el lugar donde la tierra arde,
aquel en el que el agua desaparece,
allí siempre una flor crece
esperando a que tu amor la encuentre.
¡Cuando regrese de entre las piedras
y esté llegando la primavera
ve a buscar la dicha eterna!
Y cada vez que sus ojos veas
a quien te amó recordarás,
pues da igual si por ti mueren
mil personas o un millón
si solo a una de ellas
perteneció tu corazón.
Vivirás por muchas vidas
ya por siempre entre sus brazos,
curarás todas sus heridas
y la animarás tras sus fracasos.
Pero hay algo más
que tendrás que tener en cuenta,
igualmente morirás
si algún día fuese ella
la que contigo no quiere estar.
CLMS
21-5-2022
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