La reina de las nieves
cayó rendida a sus pies,
el fuego la derretía
y no sabía qué hacer
mientras se consumían los sentidos
que un día se habían quedado
totalmente dormidos.
Desaparecer era una opción
pero no entendía el porqué,
por qué se desvanecía
a la orilla de aquel tren,
pues aunque lo había intentado
ya no era opción subir a él.
Y la noche llegó furiosa
intentando proteger
a esa niña que silenciosa
había hecho a las nubes llover,
¡quédate quieta! le habían dicho
una y otra, y otra vez.
Difícilmente retorcida
su alma intentó no mover
ni una milésima parte
de una vida que tendía a enloquecer;
sumergida e impresionada
por el dolor del propio ser
era imposible encontrarla
cuando observaba desde el andén.
Maravilladas las miradas
que en aquel justo momento
no supieron qué hacer
hoy lloran desconsoladas
por no haberla visto desfallecer.
CLMS
28-12-2022