la que no me deja ver más allá,
la que me lleva al éxtasis de madrugada,
por la que no me puedo dominar.
Hay a quien no le gusta nada,
ni siquiera a mirarlo se detendrán,
pero su sombra es demasiado larga
y es imposible no intentar
guiar los ojos muy despacio
hasta llegar a encontrar
una mirada fija en los tuyos
que te hace, desde dentro, temblar.
Una vez que lo has hallado
no podrás dejar de observar,
que desde la cabeza hasta el zapato
sólo hay oscuridad.
En la noche,
cuando me observa,
hasta la sangre de mis venas
corre sin cesar,
deseando ese suspiro
que me puede llegar a hacer llorar.
Es su sombra la que me guía,
la que me deja exhausta de sabiduría,
son sus ojos los que me observan,
cuando nadie más nos mira.
Pero entonces llega el día
y con el amanecer tu sombra se desvanece,
y aunque esté mil noches sin verte
es tu recuerdo con el que mi sangre hierve.
Pero entonces llega el día
y siento tu aliento aunque no esté dormida,
pasando las horas en las que ocupo mi mente,
cansada y entristecida.
Pero después del día llega el anochecer,
y espero despierta volverte a ver,
en mi cansancio todo se nubla
y de nuevo es tu aliento el que me turba.
Sólo es necesario el roce de tu piel
para que mi sangre vuelva a enloquecer.
CLMS
22-1-2021
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