quise correr y me cortaron los pies,
quise soñar y me robaron el sueño,
quise ser agua y evaporaron mi piel.
Fui navegante de un barco sin dueño,
fui la esperanza de la negación en silencio,
la manzana que no llevaba veneno,
la sonrisa escondida en aquel duelo.
Encadenada estuve, totalmente, a tus ojos,
envenenada de todos tus enojos,
embelesada de tus palabras errantes,
fui la gruesa cadena de los escombros.
Condenada a la vida que me ofrecías
estuve a oscuras, triste y sombría,
callada, doblada y llena de mentiras
salí en busca de la inmensa alegría.
Allí, en la calle, llegó mi consuelo,
aunque no tuviera ni para un sueño,
volqué la ilusión de toda una vida
y ya solo quedaba la despedida.
El dolor que se siente,
ese que sale ardiente,
que te llena y te vacía,
que se clava en la ironía,
el que vuela entre carbones
y se esfuma con ladrones,
aquel que llega inesperado
porque nadie lo ha llamado,
allí..., a tu lado, hallé el dolor
contra el que siempre había luchado.
CLMS
2-9-2021
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