Fue como un suspiro sin aire,
un sonido ahogado en la garganta de alguien.
De pronto una luz incandescente
quedó reflejada en la cima de la montaña,
todo estaba oscuro,
no se veía nada.
No entiendo cómo sucedió
pero en segundos
me encontraba caminando entre los árboles,
a oscuras,
sólo podía escuchar el silbido del aire.
Dos ojos rojos aparecieron
entre los arbustos y desde el suelo;
pero a la altura que llegaron
no podían ser más que de un humano.
Quizás sus ojos me confundieron,
pero gemía desconsolado
como si ardiera en su interior
un incendio descontrolado.
Anomalía incomprendida,
cobardía de la noche
que jamás sentía durante el día,
pues siempre estaba escondido
y así nadie lo veía.
Las nubes nocturnas desaparecieron
e iluminada por la luna me dirigí hacia él,
parecía humano
pero exactamente si lo era, nunca lo sabré.
La luna iluminó su rostro por unos segundos
pero se tapó como queriendo desaparecer,
sin miedo alguno seguí caminando
algo muy intenso me llevaba hasta ese ser.
Cuando estuve a su lado me giró
me tapó los ojos con su mano
acercó su cuerpo al mío
y me besó.
Pero no estábamos solos
voces gritando se acercaban,
me estaban buscando
pues era a mí a quien llamaban.
No me dejó tocarle en ningún momento pero,
era humano hasta donde pude ver,
sin embargo no lo eran ni sus ojos
ni la temperatura de su piel.
Las voces se acercaban,
depositó rápidamente algo en mi mano
y sin dejarme ver nada
desapareció.
Cuando me encontraron
estaba durmiendo junto a un árbol
pero en mi mano había un objeto
que guardaré con emoción.
Aquella piedra negra
con un rayo blanco en medio
me daría la certeza
de que no fuiste sólo un sueño.
En mis labios guardaré tu calor
en mi mente el gemido de tu voz
y el rayo de tu piedra,
ese, me atravesó el corazón.
CLMS
20-3-2021