De la calma
renació la inocencia,
pues la tempestad
sólo había generado violencia.
Había sido eterna
la soledad que encerró
la poderosa tormenta.
Daba exactamente igual
que temblara la tierra,
si al girar no había pies
que caminaran sobre ella.
La inmensa luz
iluminó el horizonte
y a lo lejos,
escondido entre las nubes,
llegó el poderoso sonido del trueno;
con él retumbó todo mi ser
y entonces fue cuando pude entender
que estaba aquí,
que no era un sueño.
Debía tomar una decisión
y apenas quedaba tiempo,
o me dejaba llevar por la tormenta
o formaba parte
de mi propia descarga eléctrica.
CLMS
6-3-2021
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