En medio del campo había un árbol muy solitario,
el viento de invierno, lo había dejado desnudo,
y los gorriones con él ya no querían jugar,
estaba tan triste que tenía muchas ganas de llorar.
La lluvia lo mojaba sin cesar,
pues sin hojas,
no tenía nada con que poderse tapar.
Estaba tan, tan, tan triste
que no pudo aguantar más y se puso a llorar.
El viento de invierno
que entre sus ramas se colaba,
intentó hacerle cosquillas
para que no llorara.
Entonces llegó la lluvia
y le dijo ¡no llores más!,
ya verás que contento te pones
porque tus raíces voy a regar.
También quiso consolarlo el sol.
¡Vamos arbolito, si tienes frío recoge mi calor,
que pronto llega la primavera
y te llenarás de hojas verdes como la hierba!
El cielo también quiso ponerlo contento
y se pintó como un arcoíris.
De pronto el árbol empezó a sonreír,
¡qué colores tan bonitos pintáis para mí!,
pero estoy tan cansado que sólo quiero dormir.
Estuvo muchos días durmiendo
pero entonces se despertó,
¡qué contento se puso cuando pudo ver lo que pasaba!
la primavera había llegado
y todo estaba muy cambiado.
Sus ramas llenas de hojas,
hasta tenía flores muy hermosas.
Los gorriones habían vuelto
y hasta un nido en sus ramas habían hecho.
Entonces el árbol muy contento
a todos su ayuda agradeció,
a la tierra,
por mantenerlo en pie mientras dormía;
a las nubes,
por el agua que traían;
al sol,
por darle calor cuando tenía tanto frío;
a sus hojas,
por volver de nuevo a su copa;
a los gorriones,
que le alegraban tanto con sus canciones;
al cielo,
por llenarlo todo de lindos colores.
Pero..., entonces el árbol, susurrando, me pidió un favor,
"di a los niños que me dibujen
y me cuelguen en su salón".
CLMS
11-2-2021